El Amazonas brasileño ardió furiosamente en el 2019. Miles de hectáreas fueron devoradas por las llamas. Los esfuerzos para ahogar al gran fuego comenzaron tardíamente.
¿Cómo explicar la respuesta tarda?
Ensayemos un lugar común: el gobierno brasileño electo durante el periodo de quema mira con buenos ojos la deforestación. De este modo, es posible desarrollar con mayor soltura el cultivo de la soja y el agro.
Ensayemos un lugar común: el gobierno brasileño electo durante el periodo de quema mira con buenos ojos la deforestación. De este modo, es posible desarrollar con mayor soltura el cultivo de la soja y el agro.
¿Qué tiene que decir un filósofo respecto a un escenario tan concreto?
Ensayemos un lugar no tan común: la filosofía no es tan inocente, subrepticiamente afecta las decisiones que tomamos. Esto es, desde las más abstractas esferas del conocimiento descienden hacia nosotros mundanas razones que nos hacen actuar de determinadas maneras. La metafísica no es tan inútil o tan poco práctica como solemos creer.
Primero, filosofemos.
Es bien sabido que, para Aristóteles, el alma cumple tres funciones: la vegetativa, la sensitiva y la racional. La primera se encarga del crecimiento y la nutrición, la segunda se encarga de la percepción y la locomoción, la tercera es condición, en lo práctico, de la prudencia y, en lo teórico, de la sabiduría. Para el Estagirita, estas funciones son como muñecas rusas, es decir, hay una que abarca a las otras y de la cual todo ser vivo participa: la vegetativa. Así, el alma vegetativa puede contener o no a las otras, la sensitiva y la racional, pero es necesario que la sensitiva y la racional estén contenidas dentro del alma vegetativa. Entonces, las plantas participan solamente de la función vegetativa, mientras que los animales participan de las funciones sensitivas y lo vegetativas, y, por último, solo los seres humanos participan de la función racional, sensitiva y lo vegetativa.
En cambio, el celebérrimo señor René Descartes reúne en la cosa pensante todas las funciones que Aristóteles distribuía entre la función vegetativa, sensible y racional. Para Descartes, la cosa pensante es la única que desea, siente, imagina, razona, etc. Así, solamente aquel que piensa puede desear, sentir, imaginar o razonar. Por eso, Descartes piensa a los animales y plantas como objetos mecánicos que no tienen dolores, placeres, deseo, imaginación. Son meros artificios. En resumen, Descartes rechaza que los seres vivos no humanos tengan vida interior, y por consecuencia, dolor, placer, deseo, imaginación, etc. Más grave, solo los seres humanos participan de lo vivo.
Descartes escinde visión unificada de la vida que tenía Aristóteles. De un lado, los animales y plantas. Del otro, los seres humanos. Para los últimos, la dignidad de evitar el dolor. Para los primeros, la negación de su vida interior.
Ahora, analicemos.
A pesar de la influencia cartesiana sobre el pensamiento occidental, hoy no es aceptado afirmar que los animales no sienten dolor. Sin embargo, qué podemos decir de las plantas. Hagamos un experimento mental: Imagínenos que el Amazonas brasileño está compuesto de ciudades humanas y que un incendio las asola. Sin duda, las instituciones encargadas apagarían las llamas de inmediato. Imagínenos lo mismo, pero con animales no humanos: Una inmensa cantidad de animales en llamas es un escenario de pesadilla. Rápidamente se accionarían los mecanismos institucionales. Por último, imagínenos una extensión de árboles, arbustos y líquenes ardiendo. Parece que allí no hay vida, dolor ni sufrimiento alguno, y si no hay dolor ni vida no hay urgencia de calmar el fuego. En este último escenario, se muestra que estamos lejos de exorcizar los fantasmas cartesianos, pues si bien ya no es aceptado el maltrato animal, no es poco común que muchas veces de forma arbitraria arranquemos plantas, cortemos árboles, incendiemos arbustos, etc.
Dependiendo del escenario, sentimos que las razones para actuar son más fuertes. En el primer escenario, la respuesta es inmediata. En el segundo, es rápida. Pero en el tercer escenario, las razones que tenemos se debilitan al punto de parecer inexistentes.
De aquí, que la filosofía no sea inocente. La jerarquía metafísica de los seres vivos determina la fuerza de las razones que poseemos para salvaguardar ciertas vidas,y no otras. Bajo el cartesianismo, plantas y animales son lo otro incomprensible y hueco. Bajo el aristotelismo, plantas y animales comparten con nosotros las capacidades de sus formas de vida peculiares.
Sin embargo, el cartesianismo imperante respecto a la vida de las plantas, no es total. Algunos se preocupan por lo que ocurrió en el Amazonas brasileño, pero en muchos casos el quid del asunto es el perjuicio derivado para los seres humanos que se deriva del perjuicio directo contra las plantas. Todavía ronda el fantasma cartesiano, pero ahora en la forma de antropocentrismo.
En conclusión, mostramos las raíces metafísicas de porqué las plantas no importan, lo que posiblemente explica la desidia frente a la muerte de millones de seres vivos vegetales. Y de paso, desmontamos dos mitos sobre los filósofos y sus filosofías. Primero, que la filosofía es un ámbito esotérico, y un lenguaje exclusivo de iniciados, que nada tiene que ver con la vida y los acaecimientos mundanos. Segundo, y más importante, que los filósofos tienen poco que decir debido a lo esotérico de su disciplina sobre la vida y los acaecimientos mundanos.